La Trampa de la Equidad
Confusiones conceptuales y tendencias ideológicas han plagado en discurso omnipresente de la equidad. Desde profesores progresistas-activistas (como se declaró nuestra filosofa ministra de minas y energía) de ciencias sociales de la costa este de los Estados Unidos hasta el Papa Francisco, desde los “intelectuales-artistas” europeos y Hollywood hasta los populistas de izquierda latinoamericanos, todos claman por la equidad y a una sola voz condenan a la economía de mercado por ello.
Lo primero que sería bueno hacer era alcanzar una definición universal de equidad, cosa a la que todos los personajes nombrados antes se niegan pues sí se puede usar uni-talla para cualquier ocasión mejor. Empecemos por lo que no es equidad. Equidad no es igualdad; salga a la calle y verá que todos somos distintos y si observa bien verá que la naturaleza y el desarrollo social siguen las leyes universales de la escala: los grandes son pocos y los chiquitos muchos. Hay pocos elefantes y muchas gaviotas, hay pocas mega-urbes y muchas ciudades pequeñas. Así funciona la naturaleza aunque nuestros izquierdistas se han vuelto expertos en negar lo evidente, nuestra condición animal, con lo cual muestran su perfil axiomático filo religioso. Caparrapí quisiera ser tan grande como Tokio, pero no podrá ser. Lo bueno es que la diversidad tiene muchas ventajas: Caparrapí tiene cosas que Tokio envidiaría y lo contrario también es cierto. Hay que entender que en una fábrica hay pocos ingenieros y muchos operarios.
La equidad tampoco es el derecho a tener todo lo que yo quiera solo por ser ciudadano. El ciudadano como un pleno recibidor de todos los derechos sin ninguna contraprestación en deberes solo es una treta de pelea política sin ninguna base racional. Esa apelación a la fantasía se hizo moneda de uso diario en la academia, la prensa y naturalmente los partidos políticos, armados o no.
La equidad es que los ciudadanos jueguen en un terreno nivelado. Que cada uno se desarrolle según su esfuerzo, aptitudes y actitudes sin que para ello se lo impida su condición religiosa, de género, raza, etnia e incluso discapacidad física. Y debe existir una línea de mínimo ingreso que haga que toda persona pueda vivir dignamente y eso solo es posible generando riqueza. Cómo decían los opositores al comunismo en la Checoslovaquia ocupada por lo soviéticos: más haría el regimen poniendo pan en las vitrinas que consignas ideológicas.
Ahora es claro que la equidad se visibilizó con llegada de la economía de mercado. Antes de ella, todas las sociedades eran inequitativas, claramente separadas en clases: la aristocracia, el clero, la nobleza, los terratenientes, los artesanos, los campesinos y los rechazados y no había movilidad. Claro si Usted saca un GINI de la edad media da mejor que el de la sociedad actual, pues como en el comunismo todos, excepto los señores de la guerra, todos estaban nivelados por lo bajo. Lo que la gente no sabe, olvida o simplemente niega es que en la sociedad industrial el más pobre vive mucho mejor que la clase media del oscurantismo.
Ahora, que la economía de mercado es el modelo que mas logra eliminar la pobreza es un hecho fáctico del que solo dudan los negacionistas ideológicos. El caso más reciente es China; durante Mao y la pureza ideológica la hambruna era la norma, después de implantar la economía de mercado 40 millones salen anualmente de la pobreza. Solo los comunistas chinos apoyan regímenes anti-mercado en el mundo a pesar que este los hizo potencia; en realidad no piensan sino en ellos, no les importa si los otros se suicidan.
Un ejemplo reciente muestra los problemas que tiene la consigna de equidad. Se discute intensamente cómo regular la edición genética que permitiría eliminar enfermedades de base genética desde el embrión, pero también podría alterar características físicas como el color de la piel o la estatura. La discusión es si se deben poner restricciones a la manipulación de las característica humanas pues siempre ha estado latente en las autocracias el gusto por la creación del hombre nuevo, el hombre social, una idea que compartieron Hitler, Stalin y Mao. Pues bien un argumento, el más falaz, es que no se debía permitir la edición genética porque se aumentaría la inequidad pues solo los ricos, en principio, podrán acceder a esa tecnología y que solo se permita cuando todos puedan acceder a ella.
Obviamente ese argumento tiene dos fallas de base, una de ignorancia y otra de ideología. La primera ignora que toda disrupción tecnológica arranca así hasta que empieza a actuar la economía de escala, los costos se reducen y la tecnología se puede masificar. El ejemplo es la tecnología de la información desde los computadores personales a los celulares, que lograron imponer la ley de Moore que cada dos años doblan su capacidad y se reducen a la mitad del precio. Si cuando salieron esas tecnologías se hubieran restringido solo hasta que fueran equitativas hoy seguiríamos con ábacos y telégrafo. Eso aplica para los carros, la televisión, los antibióticos y un grandísimo etcétera. La falla ideológica viene de aquellos que creen en el estado como dador de todos los beneficios y favores, del estado Leviatán. Ellos piensan que un burócrata, entrenado solo para procesar no crear ni innovar lo haría mejor que el mercado porque “defendería” los pobres. Si no hubiera habido tantos burócratas luchando por los pobres, hoy tendríamos muchos menos pobres en el mundo.
Esa discusión ética de la edición genética tiene argumentos muy poderosos como la ignorancia en saber si se retira un gen como se “re-acomoda” toda la estructura genética que muy seguramente está interconectada. En otras palabras, cuáles serían los efectos secundarios de la edición genómica, pues así como un gen puede ser propenso a una enfermedad, puede ser resistente a otra que al retirarlo podría darse. Es decir, hoy sabemos cómo en Parque Jurásico la técnica de la edición de la vida pero no su alcance. La inequidad en la ciencia, como hoy lo sostiene la administración Petro es una muestra de ideologización ignorante.
El otro problema, que ya he tratado es que la ignorancia en la época de la información es un tumor difícil de extirpar. En su libro “La Muerte de la Experticia”, Tom Nichols, escribe: “Estos son tiempos peligrosos. Nunca tanta gente había tenido tanto acceso a tanto conocimiento y, sin embargo, han sido tan resistentes a aprender cualquier cosa [...] No sólo un número cada vez mayor de legos carecen de conocimientos básicos, sino que rechazan las reglas fundamentales de la evidencia y se niegan a aprender cómo hacer un argumento lógico. Al hacer eso corren el riesgo de tirar siglos de conocimiento acumulado y socavan las prácticas y hábitos que nos permiten desarrollar nuevo conocimiento”.
¿Por qué se dio esto? “La pésima alfabetización, tanto política y general del público [...] es la base de todos estos problemas”, sostiene Nichols. Lo grave es que periodistas, maestros y académicos progresistas-activistas se encargaron de hacer de eso un mérito. Y cita a la escritora Susan Jacoby en unos escritos de 2008 diciendo que lo más grave, “no es la falta de conocimiento per se, sino la arrogancia acerca de esa falta de conocimiento”. Y cita una frase de la película El Espía que Vino del Frío: “Me reservo el derecho a ser ignorante. Esa es la forma de vida occidental”.
Ya no interesan los hechos, solo las “creencias” como han sostenido algunos académicos progresistas. Lo grave es que eso crea daño conductual aprovechado por los extremistas. “El sicólogo David Dunning junto con su colega Justin Kruger descubrieron el efecto Dunning-Kruger, en el que es poco probable que las personas desinformadas o incompetentes reconozcan su propia falta de conocimiento o incompetencia”, cita Nichols. Siga las declaraciones de los ministros de Petro y verá la veracidad de estos estudios.
La Equidad hoy se usa como trampa atrapa ignorantes y les está funcionando, evitando a su vez que en realidad se discutan los ajustes que necesita urgentemente la economía de mercado o cambiar regímenes extractivos como los latinoamericanos. Obama llegó a la presidencia como quien iba a enderezar a Wall Street y salió como un hombre de Wall Street. En esta época importan más la palabra y la publicidad que los hechos. La Equidad hoy no dice nada, es solo una consigna de guerra.