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Ingrid, traicione a la corrupción

Recientemente hemos estado inmersos en las constantes peleas de la Coalición de la Esperanza. Estas no son más que una lucha de egos por buscar ser la representación purista utópica de un político desinteresado por el poder, incapaz de manipular y engañar, y absolutamente lleno de verdad. Es el maniqueísmo de Ángeles y Demonios, como en el libro de Dan Brown.


La protagonista principal de esta falsa lucha purista es la mal llamada Juana de arco colombiana, Ingrid Betancourt. Quien llegó a la coalición por moñona usando una estrategia muy hábil conformando el famoso cónclave que permitió el ingreso de Alejandro Gaviria, prescindiendo de su apoyo del sector liberal de César Gaviria, finalizando así con la proclamación de la coalición de las no maquinarias y los anti corruptos. Todo el show en donde adicionalmente fue vulgarmente lavado el nombre de Juan Fernando Cristo, viejo lobo político miembro del gobierno del proceso 8.000 y protagonista de un sin número de investigaciones por corrupción en su región, Norte de Santander.


Las contradicciones persiguen a Ingrid Betancourt desde sus inicios en esta contienda electoral, pero la más reciente, y que tiene fracturada la Coalición de la Esperanza, es su último ataque directo a Alejandro Gaviria en el primer debate presidencial de revista Semana y el diario El Tiempo. En donde encara a Alejandro Gaviria cuestionando sus más reciente alianza con Germán Varón Cotrino (Cambio Radical) y Miguel Ángel Pinto (Liberal), afirmando que ella no permitiría esta adhesión incoherente dentro de la coalición purista por ser personajes políticos miembros de partidos con escándalos de corrupción en el país.


Su argumento más feroz consiste en afirmar que si una campaña se gana con apoyo de maquinarias automáticamente quedan empeñados a la corrupción y al delito. Y es aquí donde existe una contradicción de principios que deja mucho que pensar. Pongámoslo de la siguiente manera: si Ingrid Betancourt acepta apoyos de maquinaria para ganar su candidatura y efectivamente lo hace, al día siguiente de su posesión, y según su visión, estas maquinarias corruptas irán a reclamar su parte de la torta y ella traicionando todo principio ético debe sostener su palabra así lo que le exijan sea un delito.


¿Para el delito hay palabra? ¿Ahora, estando en el poder, pierde todo principio ético y es débil para combatir? La estrategia y el engaño son fórmulas que la sociedad siempre ha usado en instituciones tan importantes como la justicia, la defensa. ¿O no fue a partir de un engaño que se configuró la operación jaque que dio libertad a Ingrid Betancourt? ¿No traicionó Juan Manuel Santos la maquinaria del Centro Democrático, por la paz que Ingrid tanto defiende?


La función de un hombre de estado es “negociar” dentro de los cánones legales, para obtener logros que él cree esenciales para su país. ¿Acaso no negoció Abraham Lincoln con el Congreso, otorgando algunas dádivas, para lograr aprobar la ley para abolir la esclavitud? ¿O no fue lo que hizo Franklin Delano Roosevelt para sacar adelante la Ley de Préstamo y Arriendo en un momento que el país era anti-intervencionista?


Las mentiras en la guerra son el maná de los contendientes. En Francia, durante la invasión Nazi, el gobierno decía que tenía controlado al enemigo, quien probaría la fuerza de la voluntad francesa. Hasta que anunció que desocuparán Paris, que el gobierno ya se había ido, y que al otro día entraban los alemanes. Querer que un estadista, que por definición es un hombre que debe negociar los conflictos normales y anormales de una sociedad, tenga la “moral” de una monja de Calcuta es de una estupidez palmaria. Y, por el contrario, vende la falsa idea de que la corrupción es de unos “demonios” que llegan al estado a saquearlo, y no un modelo de estado. Por eso en vez de modificar al estado, lo mejor es declararse ángel.


No existiría mejor hazaña para la Juana de arco colombiana que quedar en la historia como el caballo de Troya contra la corrupción en Colombia. Qué bueno sería que Ingrid pensara más en la estrategia para eliminar la corrupción, preservando sus principios ante todo, y no ser tan ligera de perder sus principios por tener palabra para el delito.


Y para que quede bien claro, Ingrid sabe traicionar: lo hizo con su liberador Álvaro Uribe por irse con el enemigo jurado de éste, Juan Manuel Santos. Como dijo su jefe Santos, “traicionar es lo normal en la política”, y en traicionar él se lleva un Nobel. Parece que a Ingrid se le prendió el virus de la doble moral que tanto se maneja en Francia.

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